Si se gana o se pierde peso no sólo depende de qué alimentos se comen, sino también de cuándo se comen. Científicos del Instituto Salk para Estudios Biológicos (EE UU) han demostrado que mantener horarios regulares de las comidas e intercalar períodos de ayuno puede contrarrestar los efectos adversos de una dieta alta en grasas y prevenir la obesidad y diabetes, además de mantener el hígado más sano. Sus conclusiones están publicadas en la revista Cell Metabolism.
"Cada órgano tiene un reloj", aclaran los investigadores, que aseguran que hay momentos de máxima eficiencia de nuestros músculos, intestinos, estómago..., así como horas del día en las que están prácticamente en reposo. Estos ciclos metabólicos de los órganos del cuerpo, resultan cruciales para la ruptura del colesterol y la producción de glucosa, por tanto, deberían tenerse en cuenta a la hora de decidir cuándo comer.
Según estos investigadores, hay razones para pensar que nuestros patrones de alimentación han cambiado mucho en los últimos años, ya que la gente tiene acceso a los alimentos a cualquier hora, gran tendencia a trasnochar o incluso a la hora de ver una película se acompaña del hábito de "picar algo". Para comprender mejor la "epidemia" de la obesidad habría que analizar no solo qué comen las personas sino cuándo comen.
Ya en 1960 la nutricionista estadounidense (Adelle Davis) popularizó el refrán de "Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo". Aunque fue enormemente criticada por sus compañeros dada la ausencia de evidencia científica, en la actualidad muchos nutricionistas han llegado a esas mismas conclusiones.
Hay opiniones para todos los gustos, pero estas son las teorías más solidas sobre la mejor manera en que debemos organizar nuestras comidas:
Según la publicación de una academia de nutrición y dietética en la revista LiveScience, lo ideal es desayunar una hora después de levantarnos, pero nunca eliminar el desayuno. Según un informe de la Universidad de Harvard publicado en la revista Circulation, que estudió a 26.902 varones, los hombres que se saltan el desayuno tienen un 27% más posibilidades de tener un infarto o morir de una enfermedad cardiaca que aquellos que comen todas las mañanas. Brown-Riggs asegura, además, que las personas que se saltan el desayuno tienen un tercio más de posibilidades de ser obesas.
Con respecto a la comida, los nutricionistas creen que la costumbre mediterránea de comer al medio día, podría explicar por qué los europeos tienen una tasa de obesidad menor que los estadounidenses, cuya comida principal es la cena.
Explican que es mejor comer más y cenar menos ya que las calorías consumidas durante el día se distribuyen de manera uniforme y la saciedad se reduce. Con esto no quiero decir, que lo ideal son comidas ricas en calorías, si no comidas saludables y voluminosas.
Numerosos estudios han relacionado las cenas tardías con la obesidad, y no sólo porque al comer más tarde se gasten menos calorías, sino porque se ingiere más ya que pasó un mayor tiempo con respecto a la comida anterior. La cena perfecta debe aportar entre un 15-25% de las calorías diarias, un porcentaje que se suele sobrepasar.
Lo ideal es esperar entre unos 30-60 minutos antes de irse a dormir, puesto que el dormir o recostarse inmediatamente después de haber ingerido alimentos,no tiene lugar de un modo efectivo el proceso digestivo, pudiendo provocar serios problemas gastrontestinales.
Por tanto, ya sabéis,la hora a la que comes es tan importante como qué comes.
Un saludo.
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